martes, 31 de marzo de 2015

Hacia una verdadera revolución educativa…

En mi andar profesional como educadora de corazón que me siento y haciendo de mi oficio cada vez más un espacio de placer que de obligación; y todo lo que en este camino he aprendido, me ha llevado a incorporar en mis prácticas parte de lo que algunas de mis reflexiones de las vivencias me han dejado…

He entendido, después de tanto andar, que no es necesario hacer más educación de la que ya tenemos, las prácticas educativas que estamos experimentando ya están vencidas, éstas nos están llevando a la reproducción de un sistema que pone en riesgo la sostenibilidad de la vida del hombre. La educación requiere un viraje para comenzar a producir una nueva conciencia. Una manera de pensar y actuar diferente.

Hemos estado repitiendo de muchas maneras y por bastante tiempo un modelo educativo que replica un sistema en el que permanecer quieto, respetar a lo superiores, tener paciencia frente a actos aberrantes que muestran una versión de un poder viciado y corroído es lo normal, un sistema basado en la competencia para destruir al otro, un sistema excluyente… “una educación que perpetúa el sistema social, constituida en un órgano  reproductor de la conciencia colectiva que opera a partir del supuesto que tenemos el mejor de los mundos y que conviene perpetuar sus formas de pensar y de vivir”, como lo expresa el psiquiatra Claudio Naranjo en su trabajo acerca de la educación para salir del patriarcado.

Requerimos hacer una educación para formar y transformar, superar el modelo que tantas enfermedades paidogénicas ha generado, que consideremos lo que dice Paul Goodman:”Es necesario que empecemos a hablar más de la estructura de quien aprende y su aprendizaje y menos acerca de la estructura de la asignatura”, que más que ocuparnos qué enseñar, pongamos nuestra mirada en cómo es que podemos contribuir, apoyar,  o ayudar para que se genere el aprendizaje en nuestro semejante; ocuparnos más como dice Edgar Morín a la enseñanza y al conocimiento del mundo interno y  no sólo al conocimiento del mundo exterior.

Por lo pronto tenemos una educación que se limita a transmitir un conocimiento del mundo externo, más que al cultivo del conocimiento del mundo interior, esto como sabemos, no es sino parte de una complicidad de la educación con un sistema político-económico al que conviene una humanidad robotizada y manipulable.

Son nuevos los tiempos que estamos viviendo, el contexto luce caótico y destructivo, pero también algo nuevo se gesta entre nosotros. Ya hace bastante escucho y leo de excelentes estudiosos acerca de la pedagogía del amor y los procesos de transformación y me sorprendo gratamente; incorporar lo vivencial, aprender a usar nuestra mente como recurso, cómo vincularnos y relacionarnos mejor desde nuestro aspecto materno, aprender de la sabiduría del mensaje que traen nuestras emociones, la humanización de la tecnología y desarrollar el aspecto espiritual no necesariamente religioso en la educación, son temas que requieren ser incorporados de manera explícita y no implícita a nuestra manera de hacer educación una verdadera revolución educativa.