lunes, 8 de marzo de 2010

Nuestros hijos… no son nuestros hijos!…

Como dice Khalil Gibrán… “son los hijos y las hijas de la vida, deseosa de si misma…Vienen a través nuestro, pero no vienen de nosotros. Y, aunque están con nosotros, no nos pertenecen. Podemos darle nuestro amor, pero no nuestros pensamientos. Porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podemos albergar sus cuerpos, pero no sus almas.Porque sus almas habitan en la casa del mañana que nosotros no podremos visitar, ni siquiera en sueños”….

Coincido con Khalil, nuestros hijos no son nuestros, no nos pertenecen, desde que los concebimos es necesario que nos preparemos para su partida y que comprendamos que son una de nuestras fuentes de aprendizaje más ricas… Desde que nacen vienen al igual que nosotros a cumplir una misión de vida, su propia misión. Desde bien temprano esos seres pequeñitos e indefensos requieren de nosotros que les enseñamos a cómo valerse, ser autónomos e interdependientes… Vaya gran compromiso este ¿No es cierto? Esto exige de nosotros que seamos autónomos, interdependientes y valerosos igualmente, pues, como nos dice Corkille D, en su obra El niño feliz, “Nadie puede dar lo que no tiene dentro de si”.

A veces no nos damos cuenta que esos seres demandan de nosotros muchas cosas, tantas que a veces echamos mano de lo que es más accesible, la imitación o la evitación de los patrones con los que fuimos criados nosotros mismos, incurriendo en algunos momentos, inconscientemente, en las mismas fallas o quizás en fallas peores a las cometidas con nosotros. Mucho decimos que escuela para padres no hay y accedemos todos a ser padres en la escuela de la vida, bien por decisión o por accidente como a veces pasa. Todo eso es cierto, sin embargo es indispensable convertirnos en seres con altos niveles de conciencia para ayudar lo más posible a que nuestros pequeños salgan lo más preparados posible del nido cuando les llegue su momento.

Hoy quiero compartir con ustedes desde mi experiencia como madre de dos seres humanos realmente extraordinarios, lo mejor de lo que he aprendido con ellos y básicamente de lo mucho que ellos me han enseñado. Han sido mis mejores maestros, han logrado hacer de mí con sus exigencias y sus necesidades ser parte del ser humano que hoy soy. No puedo negar que he formado parte de ese conjunto de padres que ha actuado desde el espacio inconsciente, sin embargo las circunstancias me han ido despertando y enseñando qué hacer y cómo hacerlo.

Sé que cada día que pasa es más inminente su partida, sé que la prueba del apego será rendida por mí en algún momento. Y que la vida me dió el regalo más preciado al contar con la presencia de ellos y todas las lecciones que tuve que aprender para enseñarlos. Al principio, cuando están pequeños la entrega en lecciones de vida de nuestra parte es más liviana, aunque no menos importante y el trabajo más arduo, luego cuando van creciendo la entrega se hace más compleja y aunque el trabajo se aligera la importancia de nuestra entrega permanece.
Ahora bien, ¿cómo es que podemos lograr que estos seres sean valerosos, autónomos e interdependientes? Desde que nacen es importante saber que son seres humanos dignos de respeto, comprender que independientemente de su edad le debemos respeto a su integridad y a su dignidad, distinguir que ellos son legitimos en su manera de ser y que por lo tanto no se los debe comparar con nadie, cada uno es un ser humano único e irrepetible y por sobre todo saber que somos responsables de forjar eso. Es necesario asegurarnos de que aprendan a reconocerse como seres valiosos y dignos de amor que se amen a si mismos, sin ser pretenciosos ni arrogantes. Y esto no se logra sino con nuestro ejemplo!

También es importante permitirles ser autónomos, esto es hacerles saber que pueden escoger, elegir lo que quieran, tomar decisiones dentro de los limites de su edad, es decir tienen capacidad para actuar, para hacer de acuerdo a su nivel, no más allá, porque cada edad trae consigo lo que le corresponde y nosotros somos desde el principio sus formadores, necesario es reconocer cuáles son los limites que pondremos y cómo los pondremos, permitiendo lo que para su edad consideramos sano, enseñándoles que son responsables de las consecuencias por las decisiones tomadas. Necesitamos saber nosotros que tomar decisiones por ellos los hace ser codependientes a nosotros, que más importante que hagan lo que queremos es que hagan lo que decidan y que enfrenten las situaciones propias de sus decisiones.

Enseñarles a ser interdependientes finalmente es enseñarlos a que necesitan compartir, socializar, que nada podemos alcanzar absolutamente solos, que siempre requerimos de alguien para desplazarnos hacia el logro en la vida. No estamos solos en el mundo y aunque somos independientes, alcanzar interdependencia exige de nosotros un poco más. Esto les permitirá a nuestros pequeños desarrollar muchas cualidades y valores y sólo cuando ya los hayan consolidado podemos decir que, nuestra misión como padres está cumplida. Para ese momento sabremos que están listos para abandonar el nido, que pueden marcharse porque ya la entrega de nuestra parte fue completada!!! Seran hombre o mujer sanos, equilibrados y felices!!!