domingo, 28 de febrero de 2010

Nuestros espejos… esos que muestran nuestro rostro!



A fin de cuentas,
uno se experiencia sólo a si mismo.

Nietzsche

Cuando comence a andar por estos caminos de comprension por lo humano tuve que mirar algunas experiencias que me sirvieran para entender y consolidar lo que ahora voy a compartir con ustedes… este tema fue para mi complejo, pero también muy revelador; fue necesario dejarlo por un tiempo, estudiar otras cosas inherentes a el para poder asimilarlo, pues para el momento no estaba lista para eso…pero finalmente me sirvió de mucho para entenderme, para ayudarme, para explicarme a mi misma… espero que esta pequeña contribución les sirva a todos los que andan en esta ruta, buscándose a si mismos.

Al desplazarnos en el vivir algunas preguntas importantes acerca de nosotros surgen bien temprano, ¿Quién quiero ser? ¿Quién soy? ¿Quién estoy siendo? ¿Qué quiero hacer? ¿Qué estoy haciendo? Aparecen algunas respuestas que yo llamo obvias, sujetas a lo que se ve muy superficialmente…pero la realidad es que respuestas más completas subyacen en lo profundo de nosotros mismos, estas respuestas van apareciendo en la medida en que nos repetimos las mismas preguntas, que suele pasar durante toda nuestra vida, pues cada día que pasa la experiencia nos coloca frente a circunstancias que hace que volvamos una y otra vez sobre ellas, sobre todo para saber cuál es la misión de vida que vinimos a cumplir.

Generalmente las preguntas aparecen al juzgar los resultados por el vivir, esto inevitablemente nos conduce a sobre quienes estamos siendo, qué estamos haciéndo y por qué estamos teniendo los resultados que estamos viviendo y sobre todo si estamos conforme con ello… es en este momento cuando son útiles nuestros espejos, esos que nos muestran nuestro rostro en su dualidad, lo bello y lo feo… Si, es esta una metáfora que desentrañaré ahora…

Una parte de nuestros espejos nos muestra aquello sobre los que volcamos toda nuestra falta de responsabilidad por nosotros, esos a los que acusamos de todo nuestro malestar y de nuestras incomodidades, esos a los que atribuimos algunas características que no son suyas sino nuestras proyectadas en el, esos en los que miramos todos los defectos sin fundamentación alguna… esos que nos revelan en algunas situaciones que todo lo que estamos acusando, caracterizando, atribuyendo sobre si, son solo nuestras propias características, debilidades, deseos insatisfechos, o defectos…

Bien, es duro esto, sin embargo lo importante es distinguir cuánto nos ocurre en el vivir que proyectamos sobre los demás nuestras propias carencias y defectos, nuestra falta de responsabilidad por lo que solamente nosotros nos podemos dar o podemos hacer o podemos ser…es importante acotar a este respecto como lo expresa Manuel Barroso en su obra Autoestima ecología o catástrofe… “la vida familiar, las actividades a nivel social, nacional y hasta mundial están plagadas de proyecciones basadas en la atribución de sentimientos y experiencias a otros, ante la incapacidad e impotencia de cada quien de revisar lo suyo propio y “ver la viga en el ojo propio, antes de ver la pajita en el ajeno””.

Cuando nos proyectamos perdemos parte del contacto con nosotros mismos, no nos damos cuenta de que eso que estamos poniendo afuera, en el otro nos pertenece, no es del otro, es nuestro. La proyección no permite el cierre y la pertenencia de la experiencia, no nos apropiamos de ella, nos coloca en un espacio reactivo y de dependencia continua, haciendo de nosotros seres con poca o ninguna iniciativa ante la vida. En este sentido la vida nos ocurre de una manera en la que nuestra intervención es poca o ninguna, responsabilizamos a fuerzas externas, el destino, Dios, otros de lo que nos sucede condenandonos a no ser los protagonistas de nuestra propia historia. Perdemos la brújula de nuestro destino, no somos capaces de crear lo que deseamos, sino que más bien dejamos que las cosas nos ocurran y que el fluir de la vida nos vaya arrastrando sin saber que estamos aquí para algo…

Es cierto que estamos arrojados a la experiencia de vivir, salimos al mundo a asimilar patrones ya instaurados por siglos, adquirimos la mayoría de nuestros comportamientos de manera casi automática, al principio con muy poca intervención de nuestra conciencia. Asumimos que somos producto de todo lo que recibimos del medio externo, y es cierto, no podemos negar que construimos una identidad sujeta a aquello con lo que hemos tenido contacto toda la vida.Sin embargo, llega un momento en el que podemos parar, detenernos para asumir las riendas y dirigir nuestros impulsos.

Lo importante es “darnos cuenta”, parar y asumir que podemos dirigir y cambiar el devenir de las cosas, de nuestro destino, de nuestra vida, convertirnos en protagonistas y replantear nuestra presencia en la tierra y encontrar la misión que vinimos a cumplir.Para esto es necesario encontrarle sentido, propósito a lo que hacemos, sentirnos felices, apasionados, que vibramos con aquello a lo que nos dedicamos y sobre todo experimentar que nuestro ser se llena de gozo y de satisfacción!... Utilicemos los espejos, esos que reflejan nuestro rostro para mirar lo que no esta bien en nosotros y cambiarlo, transformarlo, establecer conexión y desarrollar nuestra misión de vida.