He estado muy de cerca en algunas de las instituciones del
estado, por decir las más grandes e importantes para el país y
debo decir que desde hace más de un año he venido validando en el trabajo con
la gente que, requerimos asumir un modelo de comportamiento orientado a la participación
que genere altos niveles de responsabilidad. Es necesario abandonar las
prácticas orientadas a buscar culpables de lo que no funciona, a cumplir con lo planeado y que lo
extraordinario no se engulla lo que se ha prospectado, que comencemos a
observar los comportamientos reactivos (agresivo/pasivo) que asumimos frente a
lo que ocurre en la organización, en las empresas, en las comunidades y en la
calle por comportamientos proactivos, que cultivemos el liderazgo
situacionalmente, que dejemos de gerenciar lo negativo del equipo que nos
acompaña y trabajemos con sus talentos, que despertemos nuestras cualidades y virtudes
para influir positivamente a la gente y hagamos que decidan acompañar nuestra
gestión por elección y no por imposición y porque reconocen nuestra competencia
para hacer el trabajo, que abandonemos el modelo de obediencia y sumisión desde
ese liderazgo puramente autocrático y aplastante donde el respeto por el otro,
su pensamiento y su sentir no aparecen, que
trascendamos el modelo gerencial de la orden y el mandato sin cuestionamiento,
que seamos capaces de defender nuestro punto de vista con argumentos de manera
respetuosa sin creernos dueños de la verdad, que superemos el egoísmo que nos
conduce a la miseria y a la pobreza y que podamos crear una patria en valores
que sean visibles a través de nuestra actuación.
Todo ello requiere que hagamos cambios en las prácticas
sociales que han constituido la cultura perversa en la que estamos, que tanto
cuestionamos y de la que somos responsables directa e indirectamente, por
declaración o por omisión, es el resultado de lo que hemos hecho pero también
de lo que hemos dejado de hacer. Comenzar a cambiar requiere voltear la mirada
hacia adentro de nosotros mismos y respondernos con toda sinceridad ¿Quiénes
hemos sido? ¿Quiénes somos? Y ¿Quiénes queremos ser? Como dice, para nuestra
reflexión uno de los estudiosos brillantes de la planificación, el Chileno
Carlos Matus “¿Nos arrastran o
conducimos? Porque hoy vivimos lo que antes fue futuro. Y todos los problemas
que están ahora ante nuestra vida pudieron ser evitados o resueltos. ¡Pudimos
conducir y fuimos conducidos hacia donde no queríamos! ¿Yo gobierno mi destino?
¿Mi país gobierna su destino?”
Y es que para gobernar nuestro destino es necesario despertar
y ser valiente para mirar lo que yace dentro en lo profundo, sin
cuestionamiento ni lucha y si con valiente gallardía para aceptar, comprender,
perdonar y actuar mejor y diferente y comenzar a dar los pasos de quien se ha
asumido desde la autonomía y legitimidad en su manera de ser y actuar.
Entendiendo quien ha sido, quien es y en quién quiere convertirse; es nuestra
verdadera lucha, esa de la que hacernos cargo nos devolverá como resultado
sentirnos libre, auténticamente libres.
Desarrollemos el ser para hacer mejor y también para ser
mejor en todos los roles que ejercemos en todos los contextos donde nos
desempeñamos. Integremos el ser al hacer porque
no podemos actuar aquello que no hemos integrado. Dejemos por un momento
aquello en lo que tenemos fuerza y miremos nuestro espacio vulnerable, ese que
nos hace humanos y crezcamos allí, en esa sensibilidad, consideremos lo que
somos primariamente según nuestro desarrollo evolutivo, desarrollemos el ser
emocional que nos mueve actuar y fortalezcamos nuestra manera y los resultados
por el vivir que estamos creando. Formémonos para pensar y no para ser
pensados, formémonos para sentir y para gobernar lo que sentimos! Creemos una
nueva cultura volteando la mirada hacia aquello que antes no mirábamos, nuestro
ser emocional e integrémoslo de manera consciente a nuestras prácticas y a
nuestro vivir!
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