Por este
camino de aprender acerca del desarrollo humano he ido experimentando cuáles
son las cosas que nos hacen ser humanos. Para diferenciarnos de los
animales decimos somos seres racionales,
lo que nos permite actuar de manera lógica y supuestamente inteligente. Si, supuestamente,
pues en este momento la ciencia nos muestra que, nuestros niveles de
inteligencia podrían ser mayores en tanto aprendamos más acerca de cómo es qué funcionamos
y eso incluye no solo el dominio de nuestros procesos mentales, sino también de
los procesos emocionales y fisiológicos. Nuestro cuerpo desarrolla muchas
inteligencias, ellas constituyen los
recursos que utilizamos al pasar por esta existencia.
Hemos de
dar primeramente la misma importancia que damos a los procesos mentales a los
procesos emocionales y por ende a los fisiológicos, pues no hay emocionalidad
sin una anatomía que la contenga o la exprese. Como dice Elaine de Beauport en
su obra Las tres caras de la mente : “Es necesario dar a las emociones un
estatus igualitario con las otras vibraciones del cerebro. Las emociones son
vibraciones al igual que los pensamientos, las imágenes y las intuiciones.
Necesitamos incluirlas en esa familia de primera clase que son el pensamiento y
la creatividad. Manteniéndolas en reclusión, como ciudadanas de segunda
categoría, capaces del daño y la violencia, es improbable que lleguemos a
honrarlas, enseñarlas o ponerlas en uso en nombre de la vida”.
Por otra
parte creemos que pensar es controlar y resulta que pensar no logra controlar
todo nuestro cuerpo, porque son los estados de ánimo quienes controlan los
órganos…
Para
vivir inteligentemente con nuestros estados de ánimo es necesario reconocer que
tienen una base fisiológica dentro de nuestro propio cerebro. Las emociones no
van a cesar cuando vamos al terapeuta, ni cuando descubrimos el impacto
emocional de la influencia de nuestros padres en la niñez, ni van a terminar
cuando los hijos hayan crecido, ni cuando tengamos bastante dinero, ni cuando nos
retiremos del trabajo, ni cuando nos adentremos en la espiritualidad.
Identificarlas con nuestra existencia y
aceptarlas en nuestra anatomía para tratarlas como señales de vida y buscar la
manera de procesarlas inteligentemente el arte, la sabiduría.
Dice
Norberto Levy en sabiduría de las emociones que “solemos creer que las
emociones son el problema. Que el miedo, el enojo, la culpa, etc., son los
problemas que nos acosan. Y no es así́. Se convierten en problemas cuando no
sabemos cómo aprovechar la información que brindan, cuando nos «enredamos» en ellas
y nuestra ignorancia emocional las convierte en un problema más. Entonces sí,
cada uno de estos estados agrega más sufrimiento estéril a la experiencia que
vivimos”.
El mismo
autor nos dice: Por más lejana y opacada que parezca, también es posible
reconocer esa esencia amorosa aun en las emociones más conflictivas y percibir,
además, las vicisitudes que dicha energía recorrió́ hasta convertirse en la
respuesta destructiva actual. Vicisitudes de frustraciones, desorganización,
conclusiones equivocadas, confusión..., hasta el aparentemente más completo extravío
de sí. El problema no son las emociones sino la forma en la cual nos
vivenciamos cada una de ellas.
Cuando se
puede encontrar el amor allí́ donde parece que el amor no está es cuando se devuelve
a cada emoción su sentido más profundo. Es cuando puede accederse a la
sabiduría de las emociones.
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