Mucho hemos escuchado hablar de coaching; que si coaching para el logro de objetivos, para generar cambios, para superar problemas, para motivarse, para autogestionarse, para empoderarse, para alcanzar el éxito, para generar bienestar…como resultados de acepciones de coaching como coaching coercitivo, coactivo, auto-coaching, ejecutivo, empresarial, estructural, integral, integrativo, filosófico, coaching de la variedad, coaching de la vida… entre quizás muchas otras más.
Pareciera que es la panacea, el remedio para todo… Hay un proceso de coaching para cada cosa según referencia el propio contexto en cada una de las acepciones en las cuales se le acuña. Cada una de ellas según su praxis y fundamentación apunta a ser una filosofía, un modelo, una taxonomía, una metodología, un proceso, una disciplina…Pero, ¿qué es lo que el coaching es? ¿Desde cuál otra perspectiva pudiéramos mirarlo, entenderlo, analizarlo? Yo en mi carácter docente y en mi insistencia de hacer siempre las cosas simples, sencillas, didácticas, fáciles de entender, quisiera compartirles mi noción de coaching, en especial la noción de coaching para la vida, sin denegar por supuesto las perspectivas que lo fundamentan y explican…
El coaching es un espacio interactivo en el que dos o más personas asisten para descubrir-se o redescubrirse. Quienes interactúan van con sus inquietudes, preocupaciones, nociones, esquemas, convicciones paradigmas, formas y manera de pensar, sentir y hacer las cosas en el dominio del vivir que les ocupa, sea el trabajo, la convivencia familiar, la relación de pareja, los amigos, la salud, la productividad, la empresa…
En este espacio de interacción quienes asisten, generan un espacio de intercambio donde la profundidad de lo que se plantea lo determina la confianza propiciada, la confianza en el otro ya ganada con acciones, la confianza que permite fluir en una danza conversacional en la que es posible desnudar al alma para contenerla, arrullarla, tal cual se asoma; siendo entendida, aceptada, comprendida en un sin juicios de nada, en la libertad plena de ser sin cuestionamientos, solo para entender o entendernos y en ese proceso poder descubrir lo que nos pasa o quizás redescubrir nuestro propio ser, nuestras capacidades, nuestros talentos dormidos, olvidados, lo que yace muy dentro muy profundamente en nosotros y que a veces desconocemos.
El coaching es un espacio en el que no sabemos qué no sabemos de nosotros, es un espacio donde podemos ver aquello que hemos sido, lo que somos y lo que aún no somos y queremos ser. La interacción permite bajo el respeto a la legitimidad y autonomía del otro, la comprensión que genera la empatía y la contención emocional de lo que nos surge; poder mirar al otro en su naturaleza más plena, en sus condicionamientos y patrones, en sus automatismos en su lógica de funcionamiento. Todo lo que le ha permitido constituirse en el ser que se muestra, en el ser que es.
Cuando asistimos a este espacio, espacio que llamamos sagrado quienes hemos sido formados como Coaches, no sabemos que va a ocurrir, nada es predecible, vamos sin certezas ni preconcepciones de nada, solo nosotros, el otro y nuestra herramienta para asistirle. En ese espacio construimos, vamos construyendo junto al otro su mapa de si mismo, su estructura de funcionamiento, su coherencia lógica de ser humano que es. Observamos sus pensamientos, sus emociones, sus acciones todo lo que lo ha constituido y lo ha convertido en el ser que es.
En el transitar por el coaching observamos quienes hemos sido, quienes estamos siendo y quienes queremos ser como les dije… ver quienes hemos sido genera efectos en nosotros y es necesario estar atentos para contener lo que surja en ese instante, a veces nos sorprendemos, a veces nos duele, a veces nos contentamos; en ese momento a través del coaching nuestro coach nos arrulla, nos sostiene, nos apoya… así mismo, en ese transitar, nos consolidamos como personas, podemos decidir qué de lo que hemos observado en nosotros deseamos conservar y qué deseamos o necesitamos cambiar… surgen en este lapso las posibilidades de ser alguien diferente y de hacer algo, pero también el vacio y la nada, ese espacio de lo que no somos o no sabemos ser y también de lo que no conocemos y al cual a veces tememos…
Es el coaching un espacio mágico para todos, un espacio intimo, de oportunidad y de crecimiento, un espacio al que se va desnudo, a confrontar nuestro ser, nuestra alma ante nuestra propia mirada… Un espacio del que se viene reformado, con ideas nuevas, con una manera diferente de ver la vida y lo que en ella acontece, nos permite dejar atrás nuestras resistencias para darle paso a lo que es vivir diferente y entrar en la ola del crecimiento y desarrollo permanentes.
Desde ésta perspectiva el coaching es para la vida, atrevámonos a asistir a este tipo de espacios que esta disciplina como muchas otras propicia, entremos con gallardía a buscar lo que tenemos dentro, eso nos pertenece y en la medida que lo hagamos, nuestro poder personal resonará en todos los dominios del vivir en el cual nos desempeñamos.
Bettsy Martínez
Educadora y Coach profesional
Es un blog para compartir experiencias de vida, inquietudes, aprendizajes y nociones básicas del SER HUMANOS en los diferentes dominios del vivir...
domingo, 8 de abril de 2012
martes, 3 de abril de 2012
Las emociones la ruta más certera para llegar al AMOR…a la esencia divina, a lo que somos…
Lo que voy a escribirles ahora, es parte de la ruta que he seguido y que aún estoy siguiendo en este mi pasar por ésta tierra, en ésta dimensión y en éste gran reto que significa vivir…Me he dedicado en estos últimos tiempos ha estudiar, a observar, a experimentar, a vivenciar lo que nos hace SER humanos… Debo confesar que mientras más lo hago más pequeña me siento en esa inmensidad tan hermosa que representamos, esa de la que venimos y a la que también vamos… Mientras más sabemos más sabemos cuánto no sabemos…y ante eso resultamos muy pequeños, pienso…
Tengo la tesis de que todas nuestras emociones son necesarias para la vida, para el vivir; para mi no hay emociones negativas y positivas; buenas y malas; constructivas y destructivas… Lo que es negativo, malo o destructivo no es la emoción per se, no es la emoción que me surge ante las diferentes circunstancias del vivir, no; es nuestra forma de experimentárnoslas… esa es la verdadera situación… ese nuestro no saber de que nos provee cada emoción, ese no saber que dicen por qué y para qué surgen en nosotros y cómo aprovecharlas para el bien vivir…
Todas las emociones son necesarias para pasar con éxito por la ruta del vivir, desde las que nos generan nuestros más profundos conflictos, hasta las más leves y quizás menos impactantes a nuestro vivir. Nos ofrece cada una de ellas una oportunidad para crecer, para encontrar en nosotros el amor, nuestra esencia, eso de lo que fuimos hechos. Como dice Norberto Levy: “Por más lejana y opacada que parezca, también es posible reconocer esa esencia amorosa aún en las emociones más conflictivas y percibir, además, las vicisitudes que dicha energía recorrió hasta convertirse en la respuesta destructiva actual. Vicisitudes de frustraciones, desorganización, conclusiones equivocadas, confusión..., hasta el aparentemente más completo extravío de sí”.
Posee cada emoción esa carga energética que nos revela, que nos revela quienes estamos siendo, nuestro temperamento, nuestro carácter, nuestro impulso para vivir. Cada una de ellas nos ha moldeado a través del tiempo, ha dibujado en nuestro cuerpo hasta dónde hemos llegado, de lo que hemos sido capaces o no, hemos grabado en nuestro cuerpo el actuar emocionalmente de una manera o de otra. Encierra cada una de ellas una sabiduría profunda y que al juzgar nuestros resultados por el cómo hemos vivido, nos indica que tanto nos hemos permitido crecer en ellas, que tanto las hemos usado para vivir bien… ellas nos reportan mucho, mucho y no sabemos a veces que tanto.
Las emociones nos reportan siempre una oportunidad, una oportunidad para darnos cuenta de quienes somos y lo que queremos, ellas nos permiten saber cuando estamos en el camino del amor y cuando nos alejamos de el. El mismo autor nos dice: “Cuando se puede encontrar el amor allí donde parece que el amor no está es cuando se devuelve a cada emoción su sentido más profundo. Es cuando puede accederse a la sabiduría de las emociones”.
Esto nos dice que sí, que aunque nuestras emociones nos muestren al parecer un lado oscuro de nosotros en ocasiones, también nos muestran que lo que hay en ellas muy profundamente es, la oportunidad de mostrar nuestra propia belleza. Por mucho que pensemos que hay emociones malas o buenas, positivas o negativas, destructivas o constructivas, y de nuestra represión por este motivo que es más social, más cultural que otra cosa; lo que existe y existirá siempre es nuestra voluntad de transformarlas y transformarnos con ellas, para mostrarnos en la belleza amorosa en la que fuimos creados…
Voy a tratarles muy sucintamente lo que algunas de las llamadas emociones básicas nos reportan. Hablemos primeramente del miedo. Se imaginan ustedes ¿qué sería de nosotros si no sintiéramos miedo a nada? ¿Sería la vida lo que es ahora si no pudiéramos experimentar esa emoción? Pondríamos al límite muy lógicamente a nuestra existencia. El miedo nos aparece para decirnos que algo no esta bien, que existe una amenaza que es necesario resolver y que independientemente de los condicionamientos sociales y nuestras creencias, el miedo nos está diciendo que debemos echar mano de nuestros recursos internos para resolver la situación que estamos experimentando. A veces huir, escapar, evadir o simular puede resolvernos; sin embargo a veces no, a veces es necesario que urguemos más en ese miedo para poder descubrir que contiene, transformarlo y superar la situación que nos lo produce. Esto seguramente nos pondrá de nuevo en el camino del amor, en el camino del poder interior.
Ahora tratemos con nuestra tristeza, ¿Qué es lo que hay con ella? ¿Qué nos dice? ¿Cómo podemos aprovechar su aparición? Cuando ella aparece lo que nos dice es que estamos en presencia de algo que hemos perdido o que creemos hemos perdido, lo que nos está diciendo de alguna manera es que practiquemos el desapego, esta emoción puede ayudarnos a conectar profundamente con nosotros y nuestra inmensa capacidad de amar y amarnos. La tristeza es la oportunidad para conectar con nosotros íntimamente y para darnos cuenta de nuestra naturaleza, aceptarla y salir airosos de nuevo al camino del poder, al camino del querer y de conquista.
Y ¿qué de la rabia podemos decir? La rabia es una de las emociones que más plus energético nos genera, si, es algo así como una descarga fuerte que nos llega orgánicamente cuando la experimentamos. Pero, ¿qué sucede una vez que llega? No sabemos qué hacer con tanta energía y en lugar de resolver mejor, lo que hacemos es complicar más la situación, generando unas consecuencias más graves que las causas que la generaron… todo por no saber qué hacer ni cómo usar esa energía. La rabia es una energía que nos permite resolver la situación que nos la genera, posee la cualidad de impulsarnos a la acción, es resolutoria, siempre y cuando consideremos ante ella dos cosas fundamentales para obrar inteligentemente, sabiamente, esto es: si nos dejamos llevar sin ventilarla, ni expresarla adecuadamente, sin pensar; lo que sucederá será el agravamiento de la situación; y si por el contrario logramos detenernos a pesar del impulso orgánico, a ventilar y expresar inteligentemente, a pensar cuáles serían las acciones que me harían transformarla, pues obtendremos otros resultados lógicamente… la cuestión esta en aprender a decidir qué hacer, cuándo, cómo y con quién como decía Aristóteles en relación al enojo.
Cada emoción que experimentamos encierra una sabiduría profunda, sabiduría a la que se llega cuando logramos concientizarnos, saber cómo es que nos ocurren y abandonando los condicionamientos que nos hacen actuar sin conciencia, ésta es la salida para vivir mejor. Intentemos observar nuestro miedo y a ser libres de experimentarlo dignificándolo, entendiéndolo y atendiéndolo para buscar en nosotros el recurso que necesitamos para resolver las amenazas que nos hace experimentarlo; aceptemos a la tristeza como una oportunidad de conectar íntimamente y de valorar y valorarnos en el desapego por las cosas; y finalmente usemos la energía impulsadora y resolutoria de la rabia para alcanzar nuestros más anhelados sueños…
Tengo la tesis de que todas nuestras emociones son necesarias para la vida, para el vivir; para mi no hay emociones negativas y positivas; buenas y malas; constructivas y destructivas… Lo que es negativo, malo o destructivo no es la emoción per se, no es la emoción que me surge ante las diferentes circunstancias del vivir, no; es nuestra forma de experimentárnoslas… esa es la verdadera situación… ese nuestro no saber de que nos provee cada emoción, ese no saber que dicen por qué y para qué surgen en nosotros y cómo aprovecharlas para el bien vivir…
Todas las emociones son necesarias para pasar con éxito por la ruta del vivir, desde las que nos generan nuestros más profundos conflictos, hasta las más leves y quizás menos impactantes a nuestro vivir. Nos ofrece cada una de ellas una oportunidad para crecer, para encontrar en nosotros el amor, nuestra esencia, eso de lo que fuimos hechos. Como dice Norberto Levy: “Por más lejana y opacada que parezca, también es posible reconocer esa esencia amorosa aún en las emociones más conflictivas y percibir, además, las vicisitudes que dicha energía recorrió hasta convertirse en la respuesta destructiva actual. Vicisitudes de frustraciones, desorganización, conclusiones equivocadas, confusión..., hasta el aparentemente más completo extravío de sí”.
Posee cada emoción esa carga energética que nos revela, que nos revela quienes estamos siendo, nuestro temperamento, nuestro carácter, nuestro impulso para vivir. Cada una de ellas nos ha moldeado a través del tiempo, ha dibujado en nuestro cuerpo hasta dónde hemos llegado, de lo que hemos sido capaces o no, hemos grabado en nuestro cuerpo el actuar emocionalmente de una manera o de otra. Encierra cada una de ellas una sabiduría profunda y que al juzgar nuestros resultados por el cómo hemos vivido, nos indica que tanto nos hemos permitido crecer en ellas, que tanto las hemos usado para vivir bien… ellas nos reportan mucho, mucho y no sabemos a veces que tanto.
Las emociones nos reportan siempre una oportunidad, una oportunidad para darnos cuenta de quienes somos y lo que queremos, ellas nos permiten saber cuando estamos en el camino del amor y cuando nos alejamos de el. El mismo autor nos dice: “Cuando se puede encontrar el amor allí donde parece que el amor no está es cuando se devuelve a cada emoción su sentido más profundo. Es cuando puede accederse a la sabiduría de las emociones”.
Esto nos dice que sí, que aunque nuestras emociones nos muestren al parecer un lado oscuro de nosotros en ocasiones, también nos muestran que lo que hay en ellas muy profundamente es, la oportunidad de mostrar nuestra propia belleza. Por mucho que pensemos que hay emociones malas o buenas, positivas o negativas, destructivas o constructivas, y de nuestra represión por este motivo que es más social, más cultural que otra cosa; lo que existe y existirá siempre es nuestra voluntad de transformarlas y transformarnos con ellas, para mostrarnos en la belleza amorosa en la que fuimos creados…
Voy a tratarles muy sucintamente lo que algunas de las llamadas emociones básicas nos reportan. Hablemos primeramente del miedo. Se imaginan ustedes ¿qué sería de nosotros si no sintiéramos miedo a nada? ¿Sería la vida lo que es ahora si no pudiéramos experimentar esa emoción? Pondríamos al límite muy lógicamente a nuestra existencia. El miedo nos aparece para decirnos que algo no esta bien, que existe una amenaza que es necesario resolver y que independientemente de los condicionamientos sociales y nuestras creencias, el miedo nos está diciendo que debemos echar mano de nuestros recursos internos para resolver la situación que estamos experimentando. A veces huir, escapar, evadir o simular puede resolvernos; sin embargo a veces no, a veces es necesario que urguemos más en ese miedo para poder descubrir que contiene, transformarlo y superar la situación que nos lo produce. Esto seguramente nos pondrá de nuevo en el camino del amor, en el camino del poder interior.
Ahora tratemos con nuestra tristeza, ¿Qué es lo que hay con ella? ¿Qué nos dice? ¿Cómo podemos aprovechar su aparición? Cuando ella aparece lo que nos dice es que estamos en presencia de algo que hemos perdido o que creemos hemos perdido, lo que nos está diciendo de alguna manera es que practiquemos el desapego, esta emoción puede ayudarnos a conectar profundamente con nosotros y nuestra inmensa capacidad de amar y amarnos. La tristeza es la oportunidad para conectar con nosotros íntimamente y para darnos cuenta de nuestra naturaleza, aceptarla y salir airosos de nuevo al camino del poder, al camino del querer y de conquista.
Y ¿qué de la rabia podemos decir? La rabia es una de las emociones que más plus energético nos genera, si, es algo así como una descarga fuerte que nos llega orgánicamente cuando la experimentamos. Pero, ¿qué sucede una vez que llega? No sabemos qué hacer con tanta energía y en lugar de resolver mejor, lo que hacemos es complicar más la situación, generando unas consecuencias más graves que las causas que la generaron… todo por no saber qué hacer ni cómo usar esa energía. La rabia es una energía que nos permite resolver la situación que nos la genera, posee la cualidad de impulsarnos a la acción, es resolutoria, siempre y cuando consideremos ante ella dos cosas fundamentales para obrar inteligentemente, sabiamente, esto es: si nos dejamos llevar sin ventilarla, ni expresarla adecuadamente, sin pensar; lo que sucederá será el agravamiento de la situación; y si por el contrario logramos detenernos a pesar del impulso orgánico, a ventilar y expresar inteligentemente, a pensar cuáles serían las acciones que me harían transformarla, pues obtendremos otros resultados lógicamente… la cuestión esta en aprender a decidir qué hacer, cuándo, cómo y con quién como decía Aristóteles en relación al enojo.
Cada emoción que experimentamos encierra una sabiduría profunda, sabiduría a la que se llega cuando logramos concientizarnos, saber cómo es que nos ocurren y abandonando los condicionamientos que nos hacen actuar sin conciencia, ésta es la salida para vivir mejor. Intentemos observar nuestro miedo y a ser libres de experimentarlo dignificándolo, entendiéndolo y atendiéndolo para buscar en nosotros el recurso que necesitamos para resolver las amenazas que nos hace experimentarlo; aceptemos a la tristeza como una oportunidad de conectar íntimamente y de valorar y valorarnos en el desapego por las cosas; y finalmente usemos la energía impulsadora y resolutoria de la rabia para alcanzar nuestros más anhelados sueños…
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